Un día diferente

24/02/2022


Hoy tengo un día diferente, estoy muy triste, extraño a mi familia. El aniversario de la partida de mamá, parece haber calado hondo en mi interior.     

Necesito sacar todo afuera, y avanzar.

Tengo tres hijos, que considero maravillosos, solidarios, generosos, y siento que trabajé muchísimo toda mi vida para darles lo que consideraba lo mejor para su futuro, incluso a costa de desacuerdos con mi pareja, también buena gente. 

Siento que tiré del carro muy sola. No había amor de verdad. Uno de los primeros grandes desacuerdos de mi matrimonio, fue respecto a la posibilidad de tener nuestra casa, una casa de barrio... 

Hubo un período de ocho años en que cobraba mi sueldo cada tres, y hasta a veces, cuatro meses. En ese tiempo, todo se atrasó, y las deudas se fueron acumulando. Me daba muchísima vergüenza pedir en el supermercado que me anotaran lo que llevaba. 

En el medio fui a estudiar para ser Auxiliar de Enfermería. Me encantó hacerlo y tuve la suerte de que, como en el hospital donde trabajaba no había profesionales, aprendimos a hacer todo. Y gracias a eso trabajaba de las dos cosas, haciendo muchas horas extra. Mi cargo original era como técnica en Radiología. 

También empecé a trabajar en el colegio de nuestros hijos (otro punto de no demasiado acuerdo) para compensar la cuota.

Me sentía sola, no querida, ignorada. Eso hizo que, en lugar de ablandar mi carácter y adaptar mis convicciones, me endureciera más; estaba muy enojada y no se me ocurrió que podía hacer las cosas de otra forma. Sólo contaba conmigo. Pero seguía concentrada queriendo mantener unida a la familia... 

...y no pude ver que era una lucha sólo mía. 

Contaba con la obviedad de la relación filial, la descuidé y no me di cuenta. 

El resultado de la relación con mis hijos, se convirtió en lo más doloroso de todo este proceso. 

Nunca las relaciones son obvias, hay que luchar cada día para construirlas y hacerlas crecer.

Tan poco sabía de bien amar, que no pude sostener esas relaciones de una manera sana, y justo en esa etapa, en que las almas de los niños quedan marcadas; ahora lo sé, en ese momento ni siquiera me lo cuestionaba. Son muy buena gente, y creo que eso se debe, en buena medida, a su gran inteligencia para observar lo mejor de cada uno, y el esfuerzo por darles lo mejor, a nuestra manera, que lamentablemente no era la misma, y, por lo menos yo, no supe sumar. 

Paralelamente no dejaba de cuestionarme mis actitudes sin encontrar la manera de modificarlas. Eso empeoraba las cosas, ya que sumado a todo lo anterior, experimentaba un gran sentimiento de culpa, agravado por la actitud de “no hacernos cargo”, en mi caso por inconsciencia y negación. 

Hoy, y a la distancia, no puedo creer en qué me había convertido.  

Me resulta difícil compartir con unos, las vivencias de los otros, y no me gusta; me hago cargo, aunque no sé cómo transmitir lo que siento al respecto. Entiendo que cada uno hace lo que puede, y como puede. 

Y quiero aprender que no todos tenemos las mismas necesidades en cuanto a la familia...

Me resulta difícil lidiar con algunas situaciones del pasado que me siguen lastimando. Cosas por las que, también los chicos, sufrieron las consecuencias. De eso también, en parte, me hago cargo. 

Hubo momentos en que, por confiar en la buena voluntad de las personas involucradas, asumí algunos hechos como ideas mías.

Por eso, a pesar de saber que tengo una muy buena percepción respecto de las personas, durante mucho tiempo estuve confundida entre lo que sentía y mi racionalidad. Llegué a pensar que estaba paranoica, y eso duró demasiado. 

No podía ver la realidad, siento que remé todo ese tiempo contra la corriente. Hasta que, tomé coraje y pregunté... 

...y recibí la respuesta que no quería escuchar...                           

...y se terminó la relación... Quién sabe cuánto tiempo más se hubiera prolongado esa situación si no lo hubiera hecho... 

A ese tipo de actitudes, entre otras, me refería al decir que no había un “hacerse cargo”.

Estoy sola en esto. 

Tengo muchas preguntas al respecto, sin respuestas, ni alguien dispuesto a darlas... pero me pregunto: ¿para qué?

El lamento y la autocompasión no sirven. Y no hay responsables afuera. 

El tiempo pasó. Ya pasados los 50, encontré un camino que, no sólo vi como correcto, sino que me llevó a observar todo desde una perspectiva diferente y más amplia, de amor, paz y espiritualidad. Aprendí el verdadero significado de lo que sabía intelectualmente: “nadie da lo que no tiene”. Y me di cuenta de que primero tenía que amarme a mí misma, para poder amar bien a los demás. 

Para lograrlo sigue corriendo agua bajo el puente. No es fácil, duele asumir mis terribles actitudes, erróneas desde mi mirada actual, y que son mi responsabilidad. Hacerme cargo ayuda a sanar. Transformar el dolor de no poder modificar los sucesos pasados, y perdonarme, cuesta mucho, y es una meta a lograr en el camino a crecer.

Mi esperanza está puesta en nuevas formas de relacionarnos, sanas, y que nos hagan disfrutar el encuentro.

Esto, desde mi óptica hoy, que probablemente sea injusta con alguien, no es mi intención y no es verdad.   

                                                                                                                                 

                                                                                                                                           

                                                                                                                              Miriam Venezia

21/04/2022
                                                                                      

  

                                                                                       

                                                                                

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