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Mostrando las entradas de abril, 2023

La Casona

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Una tardecita, sentado frente a la ventana y disfrutando un humeante café, dejé de lado mis constantes pensamientos y me sumergí en el mundo exterior a través de los cristales.         Comencé a observar el hermoso parque y distinguí que, a lo lejos, la gran casona comenzaba a iluminarse.                           Hasta ese momento, no había reparado mucho en ella, a pesar de ser parte de mi reino; y me sentí como en un gran palco, disfrutando un escenario que me regalaba diferentes colores y actos. Troncos altos y erguidos, sosteniendo en sus brazos, enormes sombrillas con diferentes tonos de brillantes verdes, que, en su danza, dejaban penetrar luces y sombras, sobre la alfombra poblada de flores rojas, amarillas, blancas y azules.  Más allá, lo que atrapó mi mayor interés; un desfile de vehículos y personas que, habiendo entrado más temprano, seguramente de visita, salían de la casa, y ésta comenzó a guiñarme con la luz que, atravesada por el incesante movimiento, salía por las vent

Una niñez sobre ruedas.

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Me desperté muy temprano ese día, tanto que todavía era de noche. Di mil vueltas en la cama intentando volver a dormir, pero la alegría y el entusiasmo no me dejaron. Tratando de no despertar a mis padres y a mi hermana me vestí y me senté en la cama a esperar, en silencio, que se hicieran las seis de la mañana. Sonó el despertador y mamá encendió la luz para despertarnos y se sorprendió al verme, lista ya para salir. Me adelanté y desperté a mi hermana diciéndole que había llegado el momento, que se apurara a vestirse. Cuando llegamos al comedor, mamá traía el café con leche y el pan para desayunar, mientras conversaba con papá para ultimar detalles. Por fin se levantaron de la mesa, mamá retiraba las tazas y papá daba las ultimas instrucciones mientras acomodaba las valijas, “¡al fin!” pensé, y subimos al auto que se encaminó hacia la gran estación. Al llegar me apuré a bajarme y corrí seguida por mi hermana. Tenía seis años y en ese entonces el tren me parecía enorme y fascinante. E

Un viaje soñado.

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    M e sentí perdida caminando por esas calles angostas que, en su mayoría desembocaban en la gran plaza, con esa hermosa fuente que tantas veces vi en fotos o videos. Estaba sola, pero a la vez, rodeada de mucha gente que también la contemplaba con admiración. Al bajar del avión, me di cuenta de que mi travesía no sería muy fácil, ya que no conocía a la gente y tampoco su idioma; a pesar de eso, pude encontrar un alojamiento y un lugar para comer. Luego de instalarme, fui a recorrer el lugar, casi sin saber a dónde ir. Trate de preguntar por esos sitios que, estando allí, no podía dejar de visitar. Encontré una especie de feria callejera y me dirigí al puesto de flores, donde gracias a Dios se dieron cuenta de lo que preguntaba... creo. El señor comenzó a darme indicaciones, que dejé de entender en la tercera palabra, y por respeto no interrumpí.  La gente comenzó a amontonarse esperando ser atendida. Advirtiendo que mi interlocutor se estaba poniendo un poco nervios

... y seguí adelante.

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Inspirado en el poema “Ese gesto de una mano” de Gustavo Roldán. ¡Cuánto soñé ese gesto, el de una mano que me invitara a tomarla para compartir el camino! Después de mucho correr tratando de superar las piedras que me hicieron tropezar,  "sólo un poco más" pensaba, ... y seguí adelante. Alcanzarla se convirtió, a la vez, en el motor y la meta. Pronto me di cuenta de que era una imagen en el horizonte, era parte del horizonte; cuanto más me esforzaba por llegar a ella, más se alejaba. Lejos de sentir desesperanza me inundó el corazón un impulso de amor y alegría, ya que cada vez la veía un poquito más grande y su gesto amable parecía iluminarse, ... y seguí adelante. Pasaba el tiempo y, como una gran contradicción, los esfuerzos para superar los obstáculos eran mayores, mas, increíblemente, pesaban menos. Sorpresivamente mi mano se extendía imitando el gesto, ... y seguí adelante. Y, casi sin darme cuenta, el camino se hizo llano, y mi cuerpo se sentía liviano; en ese momento

Entrevista a un joven anciano

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A través de esta sección de reportajes, tendrán la oportunidad, en esta ocasión, de conocer a un personaje anónimo y quizá muy público que se hace llamar JN, quien parece tener una faceta casi universal; y, aunque su rostro es para muchos difícil de reconocer, según él, lo haremos cuando lo tengamos frente a nosotros. Lo sé, suena un poco extraño. Quizá al finalizar la nota, podamos iluminarnos al respecto.   Reportero R - Buenas noches, le agradezco que accediera a esta entrevista. Entrevistado JN - Buenas noches, no tiene por qué. R - ¿Cuánto tiempo hace que habita este lugar? JN - A veces me parece que hace más de un siglo que estoy acá. R- ¿Cuál es su principal actividad? JN - Estar abierto al diálogo con quien quiera conversar conmigo. R - ¿Son muchas las personas que vienen a conversar con usted? JN – Más de lo que pueda imaginar; aunque hay muchos que me tienen miedo y otros que me ignoran. R - ¿Por qué piensa que le temen? JN - No es lo que yo piense, es su actitud de

Infamias después de la guerra de Malvinas.

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Carta a mi yo de 8 años

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  Querida niña.     ¿Qué sucede? Te veo un poco... ¿qué, desorientada, triste quizá? Quiero que sepas que estoy aquí para escucharte, para decirte y abrazarte, y si lo prefieres compartir el silencio. A medida que te escribo te siento un poco dolida, y como en pausa. Sé de tus vivencias desde tu niña consciente, acaso ¿es eso lo que te hace ser tan silenciosa?, ¿o el darte cuenta de muchas cosas que podrían considerarse incomprensibles a tu edad? Siento que de a poco, contestando lo que te pregunto, reconozco más tu realidad. También, que se abre una ventana y puedo decirte con certeza que ¡cada mañana sale el sol, y a través de su calidez y luz llega la alegría! Te aseguro que, con el tiempo, te darás cuenta de que crecer vale la pena, y lograrás compartir todo lo bueno y especial que hay en ti. Quiero que sientas que esta carta es algo más que palabras vacías en un papel. Realmente deseo acompañarte desde mi hoy maduro, lleno de ese amor que no supe sentir duran