Gratitud
Pasá que te cuento - Miriam Venezia (Marca Registrada)
Abrí el cajón del escritorio y encontré una antigua foto de un anciano y un bebé, y supongo que el anciano es mi abuelo.
Cuando pregunté
supe que mostraba la foto a sus amigos con mucho orgullo, y me enteré de la
historia.
-“Allí estaba, a mis 80 años, sosteniendo a
este niño entre mis brazos. El mundo a mi alrededor parecía desaparecer
mientras lo contemplaba, y mis pensamientos me transportaban hasta mi infancia.
Mis padres habían
llegado desde Italia en 1925, al poco tiempo llegué yo, y siendo muy chiquito
me quedé sin mamá. Mi padre volvió a casarse, probablemente para no dejarme
solo mientras se dedicaba a trabajar. A los seis años me mandaron a estudiar, y
estaba muy entusiasmado aprendiendo a leer y escribir. Apenas terminado el
tercer grado, tuve que dejar la escuela para ayudar con el trabajo y así
contribuir al sustento de la familia. Crecí, aprendí y logré tener un trabajo
mejor, con el que pude ayudar a mis padres y formar mi propia familia. Puedo
decir con orgullo que mis hijos pudieron terminar la secundaria y conseguir
buenos trabajos para, entre otras cosas, seguir estudiando.
Siempre intentamos
ocultar los desvelos y sacrificios que su madre y yo hicimos para que pudieran,
entre otras cosas, estudiar, invitar a sus amigos con un excelente chocolate,
torta y pasteles en cada cumpleaños, y compartir juegos y salidas con ellos.
Vivíamos en un
barrio de gente trabajadora y amigable, al punto de poder organizar juntos
algún domingo, para llevar a nuestros hijos de picnic y verlos disfrutar sus
juegos sin otra preocupación que divertirse, y nosotros nos ocupábamos de la
parrilla, el pan y la ensalada.
En verano, después
de la cena, cada vecino traía su silla y nos reuníamos formando una gran rueda
en la ancha vereda de casa; y mientras disfrutábamos una amena charla, en
ocasiones con mateada incluida, supervisábamos a nuestros hijos que jugaban a
las escondidas en la calle” ...
-“Allí estaba, a sus 80 años, sosteniéndote
entre sus brazos. El mundo a su alrededor parecía desaparecer mientras te
contemplaba y se ensimismaba en sus pensamientos, que, a ojos vista disfrutaba,
ya que se lo veía mostrando una cálida y tierna sonrisa.
Él me enseñó
muchas cosas, que fui descubriendo a medida que crecía. Aprendí el amor
incondicional por la familia y los amigos, la cultura del trabajo para alcanzar
mis sueños, y tanto más.
Pienso en mi
infancia y me doy cuenta de lo felices que éramos con lo que teníamos. No nos
sobraba, pero tampoco nos faltaba... por lo menos a los más chicos... sólo
debíamos preocuparnos por estudiar y ayudar a mamá con los quehaceres de la
casa, y hacerlo muy bien, también para poder, luego, salir a jugar.
Hoy puedo
apreciar, con otra dimensión, los sacrificios que tuvieron que hacer para que
todo eso sucediera” ...
-“Allí estaba, a sus 80 años, sosteniéndome
entre sus brazos. Lo pienso y es extraño, siento una hermosa sensación de
confort, mezclada con seguridad y calidez. Era muy chico cuando se fue, y a
pesar de eso, su recuerdo me provoca cariño y nostalgia. Sé que está cerca, en
algún otro plano, y quiero darle las gracias por todo lo que te dio, y a mí por
añadidura; gracias a Dios y a ustedes, tengo estudios y trabajo, pero, sobre
todo, un gran aprendizaje de vida”.
Miriam Venezia
23/05/2023
Comentarios
Publicar un comentario
Pasá que te cuento - Miriam Venezia y el Logo son Marca Registrada.
¿Te gustó? Te leo