La música y la vida
Pasá que te cuento - Miriam Venezia (Marca Registrada)
¡Querida y fiel amiga!
Hace tanto que compartimos la vida, que no tengo memoria
de cuándo nos conocimos.
Hoy te voy a contar sobre ella, nuestra común amiga. Creo
que es momento para que sepas lo que no te ha dicho personalmente y siente por
vos, y en cambio sí ha compartido conmigo.
Uno de sus primeros felices recuerdos es de cuando su
primo Alberto, Piraña para la familia, vivió en su casa mientras duró su tiempo
de cumplir con el, entonces llamado, servicio militar obligatorio; la casa era
suficiente para albergar a dos familias y allí vivían cuatro chicos, que se criaron
como hermanos.
Recuerda con cuánto cariño y alegría esperaban su vuelta
a casa durante el fin de semana, vistiendo su hermoso uniforme, que colgaba
prolijamente hasta el domingo, cuando debía regresar a su regimiento, y se
pegaban a él, sobre todo, cuando tomaba la guitarra y los entusiasmaba
invitándolos a cantar.
La primera en nacer en esa casa fue su hermana Stella;
después de dos meses, su primo y al año y tres meses, llegó ella, nuestra
amiga; la última en llegar fue su prima, cuatro años después, que, por ser
bastante más chica, casi no participaba en las actividades de los demás.
Según recuerda, los tres se sentaban frente al WINCO,
cada uno con lápiz y papel en mano, mientras rodaba en él un vinilo a 33 rpm.;
cuando comenzaba a sonar la pista, su hermana, sentada a su derecha, escribía
el primer verso, luego ella, el segundo y su primo el tercero, y así
sucesivamente hasta el final de la zamba, chacarera o canción de turno.
Acto seguido alguno de ellos copiaba esos versos en orden,
dictados por el resto y, una vez finalizada la tarea, le pedían a Piraña que la
tocara y los acompañara a cantarla... ¡qué lindo recuerdo!
También la acompañaste durante los doce años de colegio,
donde, en las horas que compartían, aprendía a cantar, entre otras cosas, las
marchas y salmos para las diferentes celebraciones.
Mientras tanto, fuera del colegio, las clases de teoría,
solfeo y piano que amorosamente le impartía la querida Bety, quien la llevaba
al Conservatorio, donde le encantaba rendir el solfeo cantado, y luego se convertiría
en su amiga y comadre.
Ya en la secundaria, en tercer año, fuiste su cómplice de
las horas libres que les permitían para ensayar con el conjunto que habían
formado con su compañera y amiga Silvia, ya profesora de guitarra, y dos alumnas
más de quinto año, y hacías que se lucieran en los actos escolares.
La hacías sentir que esos momentos durarían para siempre;
mas, no tardó en tomar real consciencia de que sólo seguirían estando en su
corazón y sus pensamientos.
Su relación se modificó, pero siguió creciendo.
Era tiempo de una interacción un poco más pasiva, de
escucharte, en el trabajo, en casa y a través de la SPICA de su hermana, que la
había recibido como regalo de cumpleaños.
Había una canción que a ellas les gustaba mucho, y cuando
no estaban juntas, si una de las dos la escuchaba, llamaba a la otra para que
sintonizara la emisora que la estaba pasando.
En su etapa con el grupo parroquial, fuiste el nexo de
muchos jóvenes reunidos alrededor de un fogón.
Años después, te encontró en la actividad coral. Fueron
años de mucho disfrute y placer para su alma. Años guardados en un muy especial
archivo personal.
La vida avanzó y su relación siguió evolucionando.
Estuviste presente cuando inició su propia familia, y fuiste
su bastón para sobrellevar épocas de fuertes contradicciones, durante las
cuales participó de un excelente grupo vocal donde los integrantes tenían una
relación casi familiar; uno de ellos, un admirable músico y arreglador. Para su
satisfacción, su familia siguió sus pasos.
Y como el reloj no se detiene jamás, los hijos crecieron y
tomaron sus propios caminos.
Hoy sigue adelante con tu fiel y revitalizante compañía.
Juntas hemos construido y sumado relaciones y amistades
que, si Dios quiere, seguirán con nosotras.
Amistades y familia... son las voces y melodías que deseo
acompañen el resto de nuestras vidas.
Miriam Venezia
28/07/2023
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