Causal encuentro
Era una tarde cálida
y apacible, entrada ya la primavera. Sentada a orillas del gran lago había una
niña pequeña con su cabecita gacha, mirando el agua con expresión triste y a la
vez serena.
Me acerqué despacio y
la saludé.
Al principio se
sorprendió, pero espontáneamente afloro la simpleza e inocencia de su niñez,
aunque no dejaba de mirarme. Me devolvió el saludo y su carita adoptó una
expresión de curiosidad con una pica de escepticismo.
Le pregunte su
nombre, y al decirlo, rápidamente me pregunto el mío. Cuando le dije que no tenía,
se sorprendió y prometió que pensaría uno para mí.
Le pregunté qué hacía
allí sola y me contó su historia.
Su hermana había
partido pocos días antes, y sus padres estaban muy tristes y un poco enojados.
Alicia era para ellos
un ejemplo de hija, María era un poco más bulliciosa y traviesa, y en esos
días, no estaban pudiendo prestarle la atención necesaria, a tal punto que no
se daban cuenta de que la pequeña se ausentaba de la casa. Vivían en un lugar
muy tranquilo y un poco apartado de la ciudad, eso colaboraba, quizá, para que la
niña tuviera cierta libertad con sus espacios y movimientos.
Pregunté si había
hablado con sus padres, pero María no quería agregar una preocupación
expresando su propia tristeza y desconcierto.
Extrañaba demasiado
los juegos compartidos, las caminatas al colegio, las rayuelas en el patio. Se
preguntaba si ese día hubiera sido diferente si, en lugar de quedarse en casa,
hubiera caminado con ella.
Advirtiendo que se
ponía el sol, se levantó y salió corriendo hacia su casa.
Seguí mi habitual
recorrido por el lago, a pesar de no poder quitar de mi mente a esa niña y su
especie de aspecto de orfandad.
Me sorprendió que me
escuchara y quisiera hablar conmigo sin un atisbo de miedo. Sentí que estaba
llamado a acompañarla.
Volví al día
siguiente y allí estaba, suspiró y esbozó una aliviada sonrisa, como si
estuviera esperándome.
-Pensé que te había imaginado, pero aquí
estás.
-Estaré, si quieres, mientras me necesites.
-Gracias Amigo, y creo que acabo de definir
tu nombre, ¿te gusta?
-¡Claro, será nuestro secreto!!
Esto se sucedió
durante un tiempo, que duró hasta sentir la grata sensación de que María había
crecido y superado su angustiante situación, aunque jamás la olvidaría.
Nuestras
conversaciones transcurrían entre sus dudas y mis palabras de experiencia y
aliento.
Finalmente entendió
que estar enferma ese día no fue su responsabilidad, no me gusta la palabra
culpa; y comprendió que fue la circunstancia que contribuyó a que se cumpliera
el designio de nuestro Ser Superior, el que tiene reservado para cada ser
viviente.
-¡Creo que Alicia estará feliz a su lado!! -dijo.
Me enorgulleció y
enterneció a la vez su capacidad y madurez a tan corta edad.
Pasó un tiempo y
María se animó a comentar a sus padres, con cierta reserva, su vivencia.
Ellos le sonrieron y la
abrazaron con ternura. No le creyeron y aunque pensaron que se debía a su
imaginación, no se lo dijeron. En el fondo se sentían aliviados de que lo
hubiera procesado de alguna manera, y ella, se volvió a sentir tomada en
cuenta.
Era tal su alegría y
agradecimiento, que quiso compartirlo con una amiga. La llevó a la orilla del
lago y esperaron un momento.
Entonces lo vio, y al
acercarse lo saludó con un entusiasta
-¡Hola Amigo!!
Él hizo un profundo
gesto bajando su cabeza.
Su amiga, un poco
incrédula, le dijo que, por casualidad, había bajado la cabeza para tomar agua.
Al instante, María se
ruborizó ante el recuerdo de
-¡Claro, será nuestro secreto!!
Y le sonrió a su
amiga como asintiendo, aliviada de no haber roto su pacto con aquél blanco y hermoso
cisne.
Miriam Venezia
11/09/2024
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