Aprendiendo a vivir
Apenas terminado el colegio secundario comenzó a trabajar para contribuir
al sustento de su familia, esto era prioritario.
Los horarios no le permitían pensar en un estudio universitario, pero sí
podía acomodarlo a la estructura de un profesorado.
Transcurrido el primer año, lo aprobó con muy buenas notas, y al comenzar
el segundo se complicó con un par de materias que le exigían un asiduo trabajo
en la Biblioteca.
No pudo acomodar los horarios y ese fue el fin de sus aspiraciones como
estudiante y futura profesora.
Hacer las cosas a medias jamás sería una opción para su vida.
Se enfocó en trabajar con la satisfacción de haber aprendido a hacerlo bien
y haber podido aportar algo propio. Disfrutó con cada uno de sus trabajos, y se
sintió bendecida.
Lamentó tener que dejarlos en su momento, cuando las circunstancias así lo
exigieron.
En medio, se casó y formó su familia y, aunque no logró elevar su estándar
de vida, eso no impidió proporcionar una buena educación a sus hijos, ropa
adecuada y comida todos los días.
Cuando se presentaron obstáculos, trabajó más para poder mantener lo mejor
posible todo lo que había construido.
Su esposo era un buen hombre que, al tener un trabajo independiente,
obviando las constantes sugerencias, pasaba gran parte del día fuera de la
casa.
Cuando sus hijos crecieron y hasta que lograron su independencia, tuvo dos
y hasta tres trabajos.
Gracias a eso, después de muchos créditos y cuotas, lograron comprar una
modesta casa de barrio, que logró terminar de pagar varios años después de su
separación.
Nunca se arrepintió de sus esfuerzos, aunque esto le valió el enojo de sus
hijos, en distintas etapas; seguramente otra hubiera sido la historia de haber
estado más presente, más de lo que pudo dadas las circunstancias.
Su esperanza y su constante esfuerzo por enmendar eso, está puesta en que
comprendan cuando sean adultos.
A medida que también Alicia fue madurando, entendió y se hizo cargo de los
errores cometidos, con el único consuelo de haber obrado de la manera que creyó
más correcta en cada momento, con lo que sabía y los elementos a su alcance.
Muchos años padeció, más que el no reconocimiento en general, el
desconocimiento y la no valoración de los más cercanos.
Con el tiempo, creció mucho gracias a seguir estudiando y tratando de,
siempre, ser mejor persona.
Y aprendió que el primer amor y reconocimiento que necesitaba era el de
ella con respecto a sí misma.
Este aprendizaje, que sigue fomentando, hace que se sienta libre y feliz,
tratando de sanar sus relaciones y procurando aportar esto a las nuevas.
Estamos, no somos. Llegar a ser, implica que ya no estamos sujetos a
cambios.
Miriam Venezia
12/03/2025
Comentarios
Publicar un comentario
Pasá que te cuento - Miriam Venezia y el Logo son Marca Registrada.
¿Te gustó? Te leo