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Juan es un empresario exitoso. Su empresa multinacional, tiene sucursales en varias partes del mundo, razón por la cual se ausenta de su hogar algunos días durante cada mes.
Está casado en
segundas nupcias con Margarita, que es socia de la firma a la que asiste sólo
por la mañana.
Se levanta muy
temprano, y después de ducharse se dirige al comedor donde ya está servido el
desayuno que disfruta junto a sus hijos.
Media hora después
lo tres suben al auto, los deja en la escuela y ella sigue al centro para
supervisar, en ausencia de su esposo, la reunión ejecutiva sobre el orden del
día.
Es abogada y su
función específica es el asesoramiento legal.
Ajustando sus
horarios a su vida familiar, sale de la empresa y recoge a sus hijos para
llevarlos a su casa.
Luego de dejar
mochilas y portafolios, cambian sus atuendos por ropa deportiva y van al
comedor. Durante el almuerzo, Margarita se interesa por la actividad de cada
uno y aprovecha para dar a sus hijos las novedades y saludos de su padre cuando
está de viaje.
Ambos cuentan
entusiasmados sus experiencias escolares, que ella escucha atentamente.
Se siente muy feliz
por compartir un diálogo ameno y fluido con ellos.
Después de un breve
descanso en el living realizan sus tareas, que Margarita acompaña y alterna con
la lectura de algún libro.
Más tarde y luego
de una breve colación se disponen a ir al club.
Pablo y Andrés
practican rugby y natación. Ella, luego de algunos partidos de tenis, se reúne
con sus amigas en el buffet, y mientras conversan y se relajan, disfrutan de
algún delicioso jugo de frutas.
Se siente feliz y
plena con su vida, ansiando el fin de semana que reunirá a toda la familia.
Al volver, ven el
auto de Juan estacionado en una de las cocheras. Se detiene en el frente y
ellos bajan rápidamente para entrar en la casa en busca de su padre recién
llegado.
Ella estaciona el
auto en la cochera contigua y hace lo propio.
Luego del bullicio
inicial y los abrazos, envían a sus hijos a la ducha.
Se miran y se acercan,
ella pone toda su ternura y amor en ese beso que se prolonga en un largo
abrazo; se siente agradecida por su regreso.
Él la abraza
fuerte, con mucha ternura y un poco de desazón y tristeza.
Margarita,
inconscientemente percibe como un dejo de algo diferente, y decide atribuirlo a
su cansancio por el viaje que, en esta oportunidad se prolongó más de lo
habitual.
Durante la cena
todo fue sonrisas, novedades y planes para un viaje de fin de semana en
familia.
En principio los
compromisos internacionales obligaban a Juan a ausentarse por dos o tres días
cada dos semanas.
De a poco, y con la
excusa de la crisis global, comenzó a viajar más seguido y a mostrarse más
distante.
Margarita no quería
darse cuenta de la realidad, hasta que un día decidió llamar a la sucursal
donde se encontraba su esposo.
Preguntó por él y
la respuesta fue: “no se encuentra en su oficina en este momento”, y ante la
pregunta sobre el horario en que podría volver a llamar escuchó: “en un par de
horas, acaba de salir a almorzar con su esposa”.
Margarita casi se
desplomó en el sillón de su oficina.
Decidió viajar esa
misma tarde diciendo a sus hijos que Juan necesitaba su apoyo en la presente
gestión.
Aborreció mentirles
y se dijo a sí misma que no era necesario alarmarlos antes de tener
confirmación de los nuevos sucesos.
Abordó su vuelo con
su mente abarrotada de preguntas e incertidumbres, y el corazón estrujado por
la tristeza.
Unas horas después,
Pablo llamó a su padre para preguntar si su mamá había llegado bien.
Mientras sonaba su
teléfono, Juan escucha en el noticiero que un avión había caído en el océano por
una falla que lo obligó a modificar su curso.
Era el vuelo 507 de
las 17:00 horas con destino a Río de Janeiro, procedente de Argentina.
Miriam Venezia
02/05/2025
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