Volver a elegir

Pasá que te cuento - Miriam Venezia®

Pedro tiene 22 años y hace varios que vive solo. Le gusta mucho encontrarse con amigos; a veces guitarreada en el parque y posterior juntada a comer una pizza, otras, charla con picada y cerveza o cena en casa de alguno de ellos.

En definitiva, siempre se acuesta muy tarde y al día siguiente le cuesta mucho levantarse temprano para ir a trabajar.

Si bien es responsable con los horarios y sus tareas, no lo es tanto con su persona. Duerme poco y en horarios diversos;

por momentos la monotonía en la oficina le trae no deseados estados de modorra y cansancio, que supera gracias a su juventud y al café, aunque con bastante esfuerzo.

Con un atisbo de madurez que comienza a instalarse en el grupo, los encuentros comienzan a ralearse.

Pedro, afortunadamente no es la excepción y experimenta un profundo cuestionamiento que da inicio a una nueva etapa de reordenamiento en su vida. En medio de sus pensamientos asume que es tiempo de desempolvar la estantería y reubicar las que ahora siente como prioridades.

Es un poco más trabajoso cuando su desarrollo estuvo regido más por las costumbres que por las elecciones. Y no es menos cierto que, cuando comienza a elegir y se enfoca en nuevos objetivos, la satisfacción es el combustible que lo impulsa a seguir.

Es un chico inteligente y conociéndose, se organizó para comenzar de a poco.

Lo primero fue ordenar sus horarios de comidas y descanso, y al tiempo se convirtieron en hábitos.

Se dio cuenta de que, una vez iniciado el proceso, no se detendría, y fue por más.

Los encuentros con sus amigos se acomodaron en el fin de semana, salvo fechas especiales, por supuesto. Y como todos estaban en procesos similares, el reordenamiento fue como en conjunto, fue fluyendo naturalmente.

A la salida del trabajo tomó la costumbre de volver caminando.

Su capacidad de asombro se acrecentó al darse cuenta de las muchas cosas en las que nunca había reparado.

Una tarde, lo detuvo una mirada verde, brillante y de alguna manera inquisidora. Entró en la veterinaria y allí lo vio frente a frente y le fascinó su pecho y patitas blancos, su cabecita y lomo veteados en distintos tonos de naranja y su hocico y orejitas rosados.

Creo que fue una mutua elección.

Casi sin pensarlo, se encontró entrando en su casa con su pequeño gato, quien comenzó a recorrer y reconocer todos los ambientes.

Con la convivencia y su interés por conocer más profundamente a Oliver, entendió que fue él quien lo eligió primero y se convertiría en el dueño de casa.

Se sintió feliz aceptando la felina influencia, tenía otro ser de quien hacerse cargo además de sí mismo.

Sus amigos y familiares fueron, de a poco, instruidos en el trato hacia su nuevo amigo, quien al principio desaparecía ante la presencia de las visitas y luego, con cierta cautela, permitía ser tomado o acariciado por cada uno en la medida de su preferencia.

Pedro fue aceptando la gran influencia que Oliver ejercía sobre él.

Y en este ejercicio de crecer y hacerse cargo, aprendió que hay muchas y constantes influencias avasallantes en la vida de los seres humanos. Y decidió que las que conservara, sería por elección, ya sea por utilidad o conveniencia.

Y volvió a elegir a Oliver, aunque no por los mismos motivos sino por su calidez y amor incondicional.

 

Miriam Venezia

18/07/2025



 

 

 

 

 

 

 

 

 


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