Todo tiempo es bueno para reinventarse
Era un hombre sombrío, desilusionado, enojado con la vida misma por no haber podido construir una propia sin requerir la aprobación de alguien más.
Es curioso e inteligente, un
poco rebelde e inadaptado con respecto a su generación.
Ya desde niño parecía tener
una incipiente madurez y empatía un poco más avanzada que las de sus
compañeros, sobre todo en lo referido a las relaciones humanas. No tenía
conciencia de eso.
Intuitivamente sabía qué era
lo correcto y sentía compasión por aquellos que eran víctimas de algunas bromas
que se perpetraban por diversión en la escuela, de las que, por supuesto, no
participaba.
Cuando estaba en tercer
grado, un compañero denunció a otro por una travesura. El resto se enojó mucho
y antes de terminar la jornada lo juzgó y sentenció al vacío, iba a ser
ignorado durante el día siguiente.
Aunque compartía en parte el
enojo, definitivamente no estaba de acuerdo con el castigo y discretamente
advirtió a su también compañero lo que le esperaba.
Se sentía el chico a quien de
alguna manera apreciaban, pero nadie convocaba.
Creció, siguió estudiando y
en los últimos años de Facultad, hubo un profesor que, sin saberlo, lo inspiró
a desear y buscar un cambio.
Terminada la Universidad, se
tomó un tiempo sabático que le dio espacio para reflexionar y proyectar su
futuro.
Durante el proceso vinieron a
su mente, como flashes, frases que su maestro fue diciendo, en distintos
momentos, mientras asistió a sus clases.
Abrir la ventana… volver a
ver y mirar… descubrir lo distinto en lo cotidiano… dejar los propios juicios
respecto a los demás… soltar y hacer espacio para que algo nuevo nos invada…
poder elegir… darse cuenta… distinguir qué quiero en realidad… aprender a
amarse de verdad… reconocerse y valorarse… los demás son iguales a mí en derechos
y obligaciones… dar oportunidades… compartir… seguir caminando… abrir el
corazón y ofrecer el alma… perdonarse y perdonar… ser humilde… confiar…
Todas estas frases reunidas
ahora en su mente comenzaron a tener sentido y fue el principio del cambio.
Se sintió libre,
independiente de la opinión de los demás.
Experimentó claridad y
aceptación al asumir que, en el devenir del tiempo y sus circunstancias, hay
mucho que no depende de su voluntad o decisión y, sin embargo, lo arrastran a
pesar suyo.
Mas a la luz de su nuevo yo,
sí puede decidir qué lugar ocupan en él, qué hacer con eso, y buscar sus
posibilidades de resolver.
Llegó a la real intuición de
que todo lo que necesita está en su interior… sólo tiene que buscarlo y
encontrarlo.
Miriam Venezia
06/09/2025
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